Capítulo 6: Restless Heart Syndrome

- Mary ¿Te encuentras bien? – Oí casi entre sueños.

En un desesperado intento de contestar, balbuceé una montaña de palabras inentendibles. Mi visión estaba totalmente nublada: las cuatro paredes indiscutiblemente blancas de la habitación y una bolsa con suero (intuí) que colgaba sobre mi lado izquierdo indicaban que estaba en un hospital. El efecto de los calmantes aún continuaba. Una figura borrosa pero esbelta de cabello negro, la que no pude reconocer, estaba esperando una respuesta al lado de mi camilla.

- Disculpe señor. Tendrá que esperar afuera por un par de horas más. La señorita aún está bajo el efecto de la morfina.
Luego de esto, ambas siluetas se fueron de la habitación dejándome en aquel cuarto completamente sola. Entrecerré los ojos una vez más y dejé que mi mente vagara en los más recientes recuerdos.
Al despertar, me sentía mejor y fui capaz de articular palabras coherentes para saludar a Kristen que había venido a visitarme.

- ¿Cómo te sientes? – Fue lo primero que preguntó, obviamente.
- Extrañamente, me siento muy bien. Debe ser la droga que me están dando –reí
- ¿Sabes?, Billie estuvo aquí. Apenas supo que te caíste, vino corriendo al hospital, y entró aquí por la fuerza.
- ¿Qué tan alto caí?
- Algo así como unos 20 metros. O por lo menos, eso dijeron los médicos. Dicen que es un alivio que no hubiera más complicaciones.
- ¿Complicaciones cómo?
- Temían que pudieras perder la memoria.
- Eso es absurdo, ¡Estoy de lo más bien! – Traté de incorporarme para demostrarlo pero una punzada rotunda sacudió mi cabeza desestabilizándome de inmediato.
- Sí, lo veo – contestó irónicamente – Vamos, es mejor que descanses. Así en unos días estarás devuelta en casa.
- Pero…! – comencé a quejarme
- ¡Sh! Callate un segundo. Parece que tu amado está afuera, esperando que me vaya para entrar. Sabe muy bien que si lo veo, ¡lo mato!
- Quiero verlo - exigí
- ¿Después de lo que hizo? ¿Estás segura?
- Sí, lo último que voy a hacer es darle una segunda oportunidad – Kristen me miró incrédula – Bueno, va a tener que trabajar duro para tenerla.
- Entonces es mejor que me vaya. Cuidate – Me dio un beso en la frente y dejo el cuarto.

Pasaron unos cuantos minutos hasta que Billie se dignó a pasar el umbral de la puerta del cuarto. Caminó lentamente hacia la cama con la cabeza gacha y los ojos llenos de perdón.

- Ah bueno, la última persona que esperaba ver – dije
- Mary, lo siento tanto – suspiró – No sabes el alivio que me da verte bien.
- Ya me viste entonces, ¿Tenés algo más que decir? Porque si no, no entiendo por qué estas acá.
- Entiendo que estés enojada, yo también lo estaría; pero la verdad es que no podía imaginarme un mundo donde no estés. Suena estúpido, lo sé, apenas nos conocemos. Pero desde el momento que te vi, no puedo pensar en nada más que verte de nuevo y cuando supe lo del accidente, y la posibilidad de no verte más, mi mundo empezó a derrumbarse a pedazos. Quizás es un poco apresurado para decirlo, pero…
- ¿Qué?
- Creo que estoy enamorado de vos.
- Ah listo, lo que me faltaba – ironicé – La que se supone que esté delirando soy yo, no vos.
- Escuchame – se arrodilló a la altura de mi cama – es lo que siento, es la verdad. No sé otro modo de decirlo.
- No seas insensato. ¿Cómo es ese dicho? ¿”Uno no sabe lo que tiene, hasta que lo pierde”?
- Sí, entonces?
- Entonces creo que estas pasando por una especie de crisis como esas de desesperación. Es mejor que te vayas ahora Billie. Si llegara a ser verdad todo esto, aun tengo cosas que pensar. Esto paso demasiado rápido, tendré que recuperarme por un tiempo, ordenar mis ideas y en cuanto a nosotros… sinceramente no sé cuánto de “nosotros” queda aún.
- ¿Eso es lo que quieres? ¿Qué me vaya para siempre?
- Billie, no seas dramático. Solo necesito un tiempo, para mí. Tenes que entender.
- Está bien. No tengo nada más que hacer, me voy.

Se levantó y giró sobre sus pies en dirección a la puerta. Lo tomé del brazo para detenerlo un instante, y lo acerqué a mí para darle un beso en la mejilla, de esos que humillan a la soledad.
Los días en el hospital cada vez pasaban más rápido. Kristen pasaba todos los días por mi habitación para ver como estaba y mamá de vez en cuando también, pero Billie no apareció. En cada visita traía chismes de la escuela, cosas “interesantes” que me había perdido: Billie no estaba más con Madeline, en cambio se había involucrado en el comercio de la droga que lo bautizó “Two dólar Bill” por ver porros a 2 dólares. John había cambiado a Billie y a Mike por una beca en otro lugar dejándolos solos y sin baterista. El segundo trimestre de clases se acercaba, la histeria del baile de primavera y los rumores de que dos nuevos chicos entrarían al colegio eran tan grande que ya habían afectado a Kristen. Estaba tan excitada por la primicia que no paraba de idealizar cómo y de lo genial que sería conocerlos. A decir verdad, a mí también me intrigaba la idea de conocerlos.

Capítulo 5: Boulevard Of Broken Dreams

Al día siguiente cuando llegue a la escuela todo parecía estar bien. A la hora del recreo bajé al patio para ver a Billie. Me quedé boquiabierta al verlo besando a Madeline. Por un instante permanecí inmóvil con la vista clavada en aquella horrible escena. Billie se separó de ella y giró la cabeza hacia donde me encontraba. Todo se detuvo, su mirada fija y vacía ahora me contemplaba.Di media vuelta y me encaminé al aula con las lágrimas rodando por mis mejillas. En el trayecto miles de sentimientos me posesionaron; odio, desprecio, envidia, tristeza, miserabilidad. Madeline era todo lo opuesto a mí: 15 años, rubia de ojos celestes, flaca, alta, adinerada, popular, hueca, engreída y caprichosa. Yo, en cambio, respondo al prototipo de morocha de ojos verdes, flaca, inteligente, mediana altura, clase media e impopular catorce añera. Estaba por subir las escaleras cuando alguien me tomó la mano y tiró de ella para darme la vuelta. Allí estaba Billie, parado con cara de resignación. Sequé las lágrimas de mis ojos tratando de mantener la compostura.
- ¿Si, Billie? – Pregunte lo más calmada que pude - ¿Te olvidaste algo?
- Eh, creo que te debo una disculpa
- ¿Ah si? ¿Y por qué?
- Por lo que acaba de pasar, es que… volví con Madeline
- Ah, felicitaciones – le palmeé la espalda - ¿Y por que las disculpas?
- Mary, se lo incomodo que debe ser para ti, pero solo se dio...
- Billie ¿De que estas hablando? Si después de todo tu y yo no somos nada ¿no?
- Claro – respondió desconcertado – Bueno, supongo que nos vemos entonces
- Adiós – concluí y subí las escaleras sin mirar atrás pero me detuve en la esquina al escuchar a John discutiendo con Billie.
- Billie ¿Por qué te preocupas tanto por una estupida? Todo esta marchando perfecto con Madeline, si lo echas a perder, les contaré a todos que te vi besando a Maria en la plaza ayer por la tarde – John sonaba seguro de sus palabras
- Vete al diablo John – Contestó Billie enfurecido
- Vamos Billie no te enojes. Sabes que lo hago por tu bien, estoy cuidando tu reputación. Es un Don Nadie.
- No me interesa Madeline, pienso que es una idiota. Antes no sabía nada de ella, sólo hablaba unas pocas palabras; ahora que la conozco mejor, sólo me habla de ropa, de su perro y de ella. – Se detuvo por un instante – Solo estoy con ella porque es linda.
- Billie, piensa que si estas con ella serás aun mas popular; en cambio, si estas con Maria tu popularidad correrá un gran peligro.
- ¿Mi popularidad o la tuya? – respondió cortante y suspiro – No lo se, supongo que seguiré con ella, de todos modos a Mary no le interesa. Llegué al aula con los ojos inundados en lágrimas, tratando de ocultar mi rostro tras un par de manos temblantes. Kristen al reconocerme, corrió hacia mí y me abrazo con todas sus fuerzas.
- Mary no llores, dime ¿Qué pasa? ¿Por qué lloras?
- Es que… es que – el llanto entrecortaba mis palabras – Lo vi a billie besando a Madeline, sé que no es nada mio pero creí que…
- Es un idiota, no vale la pena llorar por él. No te merece. Él es el que sale perdiendo, porque se pierde de alguien que de verdad lo quiere, y dudo que Madeline lo quiera de la misma manera que vos.
- Ya lo sé, pero es difícil. Necesito despejarme, mejor me voy.
- Pero Mary, recién son las doce, falta una hora para irnos.
- No importa, no soporto más estar en este conventillo de ratas. Sin ofender, me voy. Gracias – La abracé fuertemente, tomé mi mochila y dejé el aula mientras el profesor entraba en ella. En el camino a la puerta de salida me crucé con el director.
- ¿Usted no tiene que estar en clase, señorita Hugly? – Dijo esbozando su sonrisa más falsa.
- Si, debería.
- Entonces, ¿Qué esta esperando para ir?
- Un milagro – contesté irónicamente y dejé el edificio.

Cuando entré a mi casa, subí los escalones a mi habitación y tras cruzar el umbral de la puerta me tiré en la cama con los ojos inundados, cual titanic, en agua salada. Mi vida había dado un vuelco repentino, como si estuviera manejando felizmente, por fin para mi alivio, por el buen camino de la vida y ahí a lo lejos, vislumbras una sombra negra que se acerca de a poco hasta que ese camión se interpone en tu ruta y es inevitable pegar el volantazo (por terror a pegártela aún más fuerte) y poder llegar entero al mano a mano con la vida. Dicen que en esa fracción de segundo previo al colapso es cuando tu vida se refleja en unos pocos buenos recuerdos. Pero ¿Cuáles podrían ser, en medio de esta miseria? Mi madre es una prostituta que me odia, nunca conocí a mi padre, mi único amor me cambió por una Barbie de supermercado, soy el centro de las bromas. A esta altura, mi mente era un crucigrama imposible de descifrar. Subí al tercer piso de mi casa y luego al techo del mismo para meditar la situación, era mi lugar para respirar, para dejarme llevar y por fin ser yo misma. Cuando me detuve en uno de los bordes del tejado profundamente sumergida en mis pensamientos, las tejas debajo de mis pies comenzaron a resquebrajarse. Temiendo por mi vida, caí de espaldas en el tejado aferrándome al mismo inútilmente; mis pies comenzaron a deslizarse hacia abajo lentamente.
- ¡Mary! – Gritó Kristen con todas sus fuerzas – Baja ya de ahí
- Kristen ayudame por favor. Mi vida es una basura y no quiero vivirla para ver como empeora.
- Eres una egoísta ¿Sabes?
- Me parece que no ahora no es el momento para psicoanalizarme. ¿Crees que a Billie le importa que deje de existir? Él esta feliz con su noviecita nueva.
- Pero a ti no te importan los demás. Todo es Billie Joe, y yo… ¿Qué soy para ti? ¿Nada?
- Vos – Me quedé sin palabras. Ella también se preocupaba por mí – Vos sos mi única mejor amiga.
- Entonces si de verdad te importo, baja ya del maldito tejado.

Tenía toda la razón, casi siempre la tiene. ¿Qué mierda me importaba Billie? Si la tengo a ella, que sé que nunca me va a fallar. Puedo contar con ella cuando lo necesite, y siempre me va a aconsejar con mis problemas. Planeé cuidadosamente mi caída, debía darme vuelta y deslizarme lentamente por el tejado hasta llegar al extremo y así aterrizar sobre la baranda del balcón de mi cuarto. Todo parecía ir bien hasta que pisé en falso la baranda blanca y caí al suelo. Mi cabeza daba vueltas, y allí a lo lejos veía mi salida celestial.

Capítulo 4: Coming clean

Caminé hacia la plaza rápidamente y logré ver a Billie unos cuantos metros antes de llegar esperándome sentado en uno de los bancos. Al verme llegar, se paró frente a mí y me abrazó con todas sus fuerzas.
-Billie, me estas ahogando – Dije conteniendo la respiración
-Oh, perdón – Respondió y me soltó.

Nos sentamos en las hamacas que estaban detrás en silencio. Conversamos de distintos temas durante horas hasta que el diálogo se detuvo y ambos callamos.
-Bueno – Billie interrumpió el silencio – prometiste que ibas a contarme tu historia
-Créeme, mi vida no es para nada interesante.
-No importa, quiero escucharla.
-Esta bien, pero jurame que esto va a quedar entre nosotros dos. Nuestro secreto.
-Por supuesto.
-Mmm, ¿Por dónde empezar? – Susurré - Nací el 30 de Octubre de
1974. Mi madre se llama Jane y es, - me interrumpí un instante - es prostituta y por eso nunca conocí a mi padre. La idea aterrante de que fuera un desconocido me abruma todos los días. Supongo que mi sistema auto defensivo me hizo suplantarlo por su supuesta muerte. El ambiente en el cual ella trabaja la llevo a consumir drogas y alcohol. Las pocas fotos que viste de mi infancia fueron los únicos y pocos recuerdos felices de ella, antes de que mi madre cayera en ese hoyo negro. Durante los últimos años los días se hacían cada vez más oscuros, y la esperanza decaía aún más cada mañana. – Unas pequeñas gotas rodaron por mi mejilla, pero seguí - La situación empeoraba a cada minuto. Cambié más veces de identidad que de ropa. Fueron años duros, en los que nos trasladamos incontables veces de estados y de países; y ahora por fin, tenemos la oportunidad de establecernos en un lugar. Soy hija única y tú eres lo único bueno que me ha sucedido hasta ahora y moriría si te perdiese. Nunca le conté esto a nadie, ni siquiera a Kristen. Está en lo más profundo de mí. No suelo expresar mucho mis sentimientos - Sentí un alivio profundo al decírselo, pero a la vez tenía miedo.
-Me siento privilegiado, de que me cuentes esto– Acarició mi rostro suavemente y con el dedo gordo secó una lagrima que caía por mi mejilla – Siempre vas a poder confiar en mi, ¿Sabes?
-Si, lo sé. Es bueno descargarse de vez en cuando, pero quiero que me cuentes tu historia.
-Bueno. Nací en Rodeo el 17 de Febrero de
1972. Mi madre se llama Ollie y es camarera en Rod's Hickory Pit. Mi padre se llamaba Andy, era un gran baterista de Jazz. Murió cuando yo tenía 10 años de cáncer... – Se interrumpió - Él fue el que me introdujo en el mundo de la música. Antes de morir me regaló a Blue, mi primera guitarra. Está llena de calcomanías, pegatinas y pinturas, muchas roturas y mis iniciales pintadas en rojo; es una copia de una Fender Stratocaster. Soy el menor de 6 hermanos: David, Alan, Marci, Hollie y Anna. Nos mudamos a Oakland a principios de este año y Mike esta viviendo conmigo.
-Billie, cuanto lamento lo de tu padre
-Esta bien, supongo que ya lo superé. Ya pasaron 5 años.
-Bueno, creo que ahora tenemos algo en común; ambos no tenemos padres, pero tú en cambio, tienes la suerte de haberlo conocido – Mis ojos se inundaron de pequeñas lágrimas.
-Tienes razón y agradezco a Dios por eso.

Pronto se produjo otro silencio incómodo. Por un segundo me quedé mirando a la nada y me pareció ver a alguien espiando detrás de un árbol. No hice caso alguno, debía estar imaginando.

-¿Qué hora es? – Pregunté finalmente.
-Las cinco – Contestó Billie mirándose el reloj de muñeca.
-Mejor me voy a mi casa.
-¿Quieres que te acompañe?
-Bueno - La verdad es que no quería. Necesitaba un tiempo para mi sola. Contar mi historia trajo malos y tristes recuerdos y no quería que Billie me viera llorar, en cualquier momento podía explotar. A la vez, sentía que lo había traído fantasmas de su pasado y que gracias a mi estúpida pregunta volvieron a su cabeza. Eran demasiados pensamientos merodeando por mi cabeza. Tampoco quería volver en un silencio de luto sin poder sacar tema alguno.

- Billie, ¿Cuál es tu banda preferida? – Pregunté repentinamente para romper el hielo
- Definitivamente, Sex Pistols. ¿Tu?
- Ramones, amo su música. Mm, ¿Color favorito?
- Verde
- ¿Signo?
- Acuario
- ¿Alguna vez te suspendieron?
- Paso más el día en el cuarto de Detención que en clase
- ¿Fumas?
- A veces, cuando estoy nervioso o alterado.
- Malas noticias, no me gusta que fumes.
- Entonces no lo haré – dijo y sonrió
- ¿Saldrías con alguien que tenga creencias religiosas diferentes a las tuyas?
- Si, supongo
- ¿Tienes algún tatuaje?
- Si, tengo varias estrellas en el brazo izquierdo
- ¿Saliste con alguien de la escuela?
- Sí, en segundo grado dos chicas me dieron una paliza así que las invite a salir - lo miré boquiabierta y él rió – en verdad, y además con una chica de mi curso. Madeline, pero supongo que no funcionó.
- ¿Te va bien en el colegio?
- No, me expulsaron dos veces antes de llegar a este. No me llevo bien con la “autoridad”. ¿Por qué el interrogatorio?
- Para matar el tiempo

Al acabarse las preguntas ridículas, sucedió tal como lo había previsto. Ninguno de los dos emitió algún comentario o palabra en todo lo que restaba del camino. Solo paso un único hecho imprevisto: en lo que quedaba del trayecto me tomo de la mano tímidamente y no me soltó hasta llegar a mi casa.
Cuando llegamos a la puerta, lo despedí con un beso en la mejilla; pero ese beso fue diferente. Había sido un beso frió, pobre, triste y sin amor. Se alejo caminando lentamente sin mirar atrás. Entre a mi casa y un nudo en la panza me hizo una fuerte punzada. No podía comer nada, un vacío profundo habitaba ahora. No sé si mi madre estaba o no, en realidad no me interesaba para nada. Me recosté en mi cama rogando a que el día terminara rápido y al día siguiente encontrarme con Kristen para poder desahogarme. Ella entendería mis problemas.
-Mañana será un mejor día – Pensé para mis adentros.
Pero aún no sabía lo que me esperaba.

Capítulo 3: Best thing in town

- Mary ¿Puedo quedarme en tu casa? Mi madre me matará si me ve así.
- No hay problema, descansa.

Cuando llegamos ya eran las 12 de la noche, mi madre no estaba en casa. Pagué el taxi y entramos. Coloqué su brazo detrás de mi cabeza y subimos las escaleras hasta mi habitación.
-Billie despierta – Le susurré al oído

Lo conduje hasta el baño e hice que se sentara en la tapa del inodoro. Tome un poco de algodón y agua oxigenada. Mojé el algodón con el líquido y lo coloque suavemente en la herida.
- Ouch! – Se quejo Billie
- Vamos, no te quejes. Los héroes no se quejan.
- Si, claro ¿El héroe de quien?
- Mío por supuesto, y de nadie más.

Termine de curar la herida y le puse una pequeña gasa.
- ¿Podrías quitarme la remera? Con el movimiento roza las heridas y me arde. Además me incomoda para dormir – balbuceo Billie.

Le quite la remera y lo recosté en mi cama. Se veía tan lindo durmiendo. Me recosté en el sillón y al instante Billie se despertó y me miró fijamente con sus hermosos ojos verdes entreabiertos.
-¿No pensarás acostarte en ese incomodo sillón, no? Ven hay espacio para los dos.
-Aquí estoy bien, gracias
-Vamos Mary, no va a pasar nada. Solo vamos a dormir, no quiero que duermas incómoda después de lo agitada que fue la noche, de lo que hiciste por mi.
-Mmm… - Vacile un instante en el sillón con la vista fija en el techo. Un instante después, el ronquido de Billie interrumpió el silencio. Me recosté a su lado, era imposible resistirme a la oferta. Al principio, me mantuve distante como espectador. Luego la curiosidad fue más fuerte que yo, y comencé a recorrer su abdomen con el dedo índice, evaluando cada ínfima parte de él: cada curva, cada relieve, cada cicatriz. Su pelo oscuro estaba revuelto sobre la almohada, dejando al descubierto sus facciones perfectas. Dibujé con la yema del dedo el contorno de sus exquisitos labios. Poco a poco mis ojos fueron cerrándose y me acurruque sobre el. Pronto quede totalmente sumergida en sueños.
A la mañana siguiente era sábado. Abrí los ojos desconcertada, me sobresalté al ver como Billie clavaba su mirada con sus enormes ojos inocentes firmemente en los míos.
-Buenos días - me dijo y me besó. Eso me inquietó aún más.
-Wow wow, espera un segundo
-¿Te molesta? – se sonrojo
-Demasiado rápido – Me lavanté alterada de la cama, tomé su remera del suelo y se la arrojé a la cama.
-Perdón, de verdad, pensé que querías lo mismo que yo
-Pensaste mal
-Oh vamos no te vas a enojar – su expresión juguetona se transformo en afligida mientras se ponía la remera. Suspiré, y me senté frente a él en el borde de la cama.
-No estoy enfurecida, es sólo que es muy pronto todavía. Quiero que esto sea verdadero y para eso quiero conocerte aún más. Es cuestión de tiempo nada más.
-Esta bien, lo siento
-No hay problema – respondí y lo besé en la mejilla – Por ahora tendrás que conformar con eso – reí
-Me conformo con eso – respondió riendo
Bajamos las escaleras y antes de llegar al último escalón le pedí a Billie que me esperara. Revisé el living y no había nadie; pero para mi desconcierto cuando entre a la cocina mi madre estaba frente a la heladera.
- ¿Madre? – Pregunte dubitativa
- ¿Y quién diablos piensas que podría ser?

Estaba alcoholizada para variar, al día siguiente no recordaría nada, volví a las escaleras y Billie no estaba. Exasperada, comencé a buscarlo por todos lados hasta que lo encontré el living observando fotos.
- Eras tierna cuando eras pequeña – Dijo al verme entrar
- Si, supongo ¿vamos?
– Más que ahora seguro – Susurró.
- ¿Qué?
- Nada nada, quiero ver mas fotos – pidió haciendo puchero.
- Oh vamos Billie, otro día te las muestro.
- Ufa
- Así tengo la certeza de que otro día volverás.
- Bueno, en ese caso esta bien.

Lo acompañe hasta la puerta. En el trayecto nos topamos con mi madre que miró a Billie extrañada.
- Mucho gusto – dijo Billie y le extendió la mano.

Lo tome de la mano y lo conduje hasta la puerta sin omitir ninguna palabra.
- ¿Por qué me alejas de tu madre? – preguntó cuando llegamos a la puerta.
- Me da vergüenza ajena.
- Claro, sí, no puede ser tan trágico.
- Créeme, si lo es. Otro día, te contaré con más tiempo, y entenderás por que.
- Bueno, mejor me voy pero llámame y hablamos.
- Sí obvio! Claro tengo agendado tu número hace años pero nunca te llamé porque no tenía ganas. – Contesté sarcásticamente, Billie rió.
- ¿Tenes el celular acá?
- Si
- 12 – 4793 - 2531
- Listo, nos vemos el lunes.
- Todavía no me fui y ya te extraño.
- Sí, el agua oxigenada y el algodón también. – reí y lo abracé muy fuerte. Tomé su cara entre mis manos y lo besé en la mejilla – te quiero Billie, de verdad.
- Yo también, adiós.
Entre a la casa, me apoyé de espaldas sobre la puerta de entrada con las llaves en una mano y suspiré. Mi madre me estaba mirando fijamente.
-¿Quien era el chico? ¿De donde es? ¿Que hacías besándolo? – gritó mientras me sacudia con sus manos en mis hombros.
Quite sus manos y conteste:
-¿Y a ti que carajo te importa? Nunca te importo mi puta vida, siempre estas ebria o drogada, ¿ no te parece un poquito tarde para que te vengas a preocupar por mi, Jane?
-¿Cómo me vas a contestar así? insolente – su mano se aproximó y acerto una cachetada en mi cara.

Toqué silenciosamente donde fue el golpe con la mano derecha.
-Perra – susurré e instantáneamente corrí a mi habitación.
Supuse que escucho porque comenzó a gritar pero no estaba prestando atención a lo que decía. Me refugié en mi habitación y me recosté en mi cama que aún tenia olor a Billie. Me quede profundamente dormida sumergida en su aroma.
Desperté sobresaltada, el sueño de la noche anterior todavía seguía vívido en mi mente y me atemorizaba aún más. Ya era domingo, había desperdiciado todo un día. Tomé el celular para ver la hora y tenía 10 llamados perdidas de Billie. ¿Cómo diablos consiguió mi celular? Pensé. Llamé y me atendió sobresaltado.
-Mary ¿Dónde diablos has estado? Te llamé todo el maldito día, me tenías preocupado.
-Perdón, estuve en casa todo el día. ¿Cómo conseguiste mi número?
-Ah, se lo pedí a Kristen. ¿Por qué te quedaste en tu casa?
-Tuve una discusión con mi madre.
- ¿Te encuentras bien?
-Si, creo. pero muero de ganas de verte.
-Ya mismo te paso a buscar
-¡NO! – respondí alterada – Mejor nos encontramos en media hora en la plaza que esta en la esquina del colegio.
-Bueno, te veo en un rato.
-Adiós.

Colgué el teléfono y fui a cambiarme.

Capítulo 2: Lights out

Camino a casa, la gente se tapaba la nariz haciendo muecas de disgusto al pasar cerca mío. Apestaba, realmente todo apestaba. Giré la llave dentro de la cerradura y al pasar el umbral de la puerta de entrada distinguí a mi madre durmiendo, desparramada ebriamente sobre el sillón. El cuadro era bastante tradicional: botellas de cerveza alrededor, cigarrillos por montón, cenizas como polvo esparcidas por todos lados menos en el cenicero, y la clásica botella casi vacía en la mano izquierda mientras que un cigarro consumido se aferraba entre el índice y mayor en la derecha. Ya no me afectaba, era inútil remediarlo. Subí las escaleras y me dirigí al baño para tomar una ducha.
Al salir del baño escuché el sonido de la televisión cambiando de canal e intuí que mi madre ya había despertado. Sinceramente llegué a odiar esa la televisión, nunca puedo verla tranquila ya que está en el cuarto de mi madre. Es imposible quedarse más de cinco minutos en ese lugar, el olor a alcohol y a cigarrillo es sofocante.
- María, vení y hacé la cena. Rápido tengo hambre – gritó mi madre desde el primer piso.
- Ya voy mamá

Bajé y me puse a cocinar. La televisión me aturdía, estaba muy alto el volumen.
- Mamá – Grite por encima del volumen del televisor - ¿Podes bajar el maldito volumen por el amor de Dios?
- Cállate chiquita y cociná.

Era absurdo. Si quería algo e insistía mucho, podía terminar mal. Siempre, a la hora de la cena me llevo la comida a mi habitación mientras que mi madre come frente al televisor. A las diez ella si iba a trabajar y no volvía hasta las siete a.m.
Al siguiente día, entré al colegio temprano y mientras caminaba hacia mi aula, Billie pasó delante de mí y me sonrió dejándome atontada.
- Mierda, ¿Por qué no puedes decir algo inteligente en vez de quedarte mirando como una idiota? – resoplé para mis adentros

Llegué al aula y descubrí que habían cambiado los bancos de lugar. Ya no nos sentábamos individualmente, los habían agrupado de a dos.
- Por favor, que no me toque con Jaron ni con Jason – Rece en voz baja.
El profesor llegó al aula y comenzó a tomar lista. A medida que nos nombraba nos iba ubicando en los lugares.
- Hugly – llamó el profesor – te vas a sentar con Cook en el cuarto banco de allí – Y señalo el lugar

Cook, una chica morocha de ojos marrones con cara simpática, tomó sus pertenencias rápidamente y se dirigió a su lugar. Hice lo mismo y me senté a su lado.
- Hola – me saludo con una sonrisa – Me llamo Kristen ¿Y tu?
- Mary – Respondí
- Que lindo nombre
- Gracias
- Y… ¿Te gusta la música?
- Si, me encanta. Me gusta escuchar, eh, Guns and Roses.
- ¡A mi también! Los amo, son geniales.

Conversamos toda la clase mientras el profesor daba la clase. Teníamos mucho en común lo que facilitó llevarnos bien. Al finalizar la clase, esperé sentada hasta que Kristen terminó de juntar sus cosas
- Eh, Mary?
- Si?
- Quería preguntarte algo…
- Si, decime – Calló un instante – vamos, dispara – respondí y le guiñé un ojo.
- ¿Vas a hacer algo hoy a la noche?
- Supongo que si. Billie, un chico de tercero, me invitó al concierto de esta noche.
- ¿Billie? ¿Billie Joe?
- Eh, si eso creo.
- ¡Es mi primo!
- ¿Estas bromeando?
- No no, el habló con mis padres para que me manden a este colegio. Así que, ¿Te invito? – Cuestionó alzando ambas cejas
- Digamos que si.
- ¿Quieres que vayamos juntas?
- Si, mejor.
- ¿Por qué no vienes a las 7 y nos alistamos juntas?
- Dale, genial.

Saqué mi agenda para anotar su dirección y me despedí.
Cuando llegue a casa no había nadie. Extraño pensé. Subí a mi habitación, me cambie e hice tiempo hasta que salí para la casa de Kristen.
A las 7 estaba en la puerta de su casa. Toque el timbre y espere un rato. Era una casa grande de dos pisos con un garaje al costado y un enorme patio delantero. Estaba pintada de color crema con detalles en blanco.
- Hola. Supongo que tú eres Maria ¿no? – Una señora cuarentona se asomó por la puerta entreabierta. Asumí que era su madre. – Ven, pasa.
Su cara reflejaba paz y amabilidad, tanta que me hacía desear que mi madre fuera así. Entré a la casa y me condujo por un estrecho pasillo que desembocaba en un pequeño living. A la derecha se encontraba la sala de estar, donde estaba el televisor y los sillones. A la izquierda estaba la cocina y enfrente estaban las escaleras.
- Kris esta es su cuarto – dijo cordialmente – Subes estas escaleras y es la primera habitación de la izquierda.
- Gracias – conteste con una sonrisa
Subí las escaleras hacia su habitación. Cuando entre Kristen estaba sentada en la computadora. La habitación era toda blanca con una pequeña franja horizontal negra que dividía a la pared en dos partes. Había posters de Guns and Roses colgados por todas partes sobre las paredes. El escritorio se encontraba frente a la puerta y a mi izquierda había un enorme armario de roble. A un lado del escritorio, había una cama individual cerca de la ventana y a del otro lado, a la derecha, un televisor enfrentado a un sillón negro seguido por una puerta que conducía al baño.
-¡Mary! Ahí te separe unas remeras y algunos pantalones para que elijas y te pruebes. Puedes elegirte lo que quieras, yo ya separe mi ropa.

Observé atentamente la ropa que estaba arriba de la cama, aún indecisa. Era imposible decidirse, todo me gustaba. Al final me decidí quedarme con mis jeans, una remera blanca con escote en V, una campera negra y zapatillas negras. Me cambié rápidamente en el baño al baño y salí.
- Te ves genial. Ven, solo falta maquillarnos – Kristen me delineo los ojos de negro y me puso un poco de sombra gris. A las 8 ya estábamos listas.
Llegamos al teatro puntual; Billie estaba en la entrada recibiendo a los invitados.
- Gracias por venir. Disfruten el show – Repetía a todos los que pasaban
-Viniste – dijo con una sonrisa cuando llegamos a la entrada – estas muy linda
- Ei ¿A mí no me vas a decir nada primito? – Dijo Kristen
- Tu también estás divina – respondió y la abrazó - Pasen, les reserve lugares en la primera fila
Entramos al teatro caminando directo a la primera fila donde había dos sillas con un cartel de “reservado”. Nos sentamos entusiasmadas al escuchar al presentador introduciendo a la banda y luego comenzaron a tocar. Billie era la voz y la guitarra, el chico que aún no conocía el nombre tocaba la batería y Nick tocaba el bajo. Eran muy buenos, realmente lo eran. Disfruté mucho el show. Tuve la sensación de que Billie no me quitaba los ojos de encima. Seguramente estoy viendo lo que quiero pensé. Al salir del teatro, caminamos con Kristen hacia la avenida. Estábamos a mitad de camino cuando Kristen se detuvo.
- ¿Qué pasa? – Pregunté
- Mierda, me olvidé mi cartera. Ya vuelvo, aprovecho y de pasada busco a Billie– respondió y me guiño el ojo - Espérame aquí

Mientras los minutos pasaban, a lo lejos distinguí dos personas que se acercaban. Oh, diablos pensé. Eran Jaron y Jason.
-Oh mira a quien trajo el viento – Jason se acercó hasta donde me encontraba y dejó la botella de cerveza de lado.
-Vamos, no molesten, déjenme en paz de una maldita vez
-¿Qué te molestamos? – Jaron apartó el cigarrillo de la boca

Se acercaron más a mí. Jaron me tomo por el cuello y por las manos.
-Sabes, no encuentro ningún lugar para apagar el cigarrillo, ¿Me prestas tu brazo?
No alcancé a contestar, el cigarrillo ya estaba cerca de mí. Cuando de repente de la oscuridad alguien gritó:
-¡Aléjense malditos bastardos! Déjenla en paz.
-¡Pero mira quien llegó! Pero si es El HÉROE ¡Huyamos Jaron! Nos va a matar – Jason rió irónicamente.
-El héroe y sus amigos – Contestaron Nick y el otro al unísono.
-Jaron, me parece que vamos a patear unos cuantos traseros esta noche
-Sí, seguro. Mira como queda tu trasero mañana idiota. – Billie le acertó un puñetazo a Jason en el medio de la cara. Así comenzó la pelea.
Patadas y piñas a diestra y siniestra. Nick golpeó con tanta fuerza a Jaron que le quebró la nariz y no paraba de sangrar. El otro chico estaba muy herido pero seguía luchando y Billie también. Todavía no puedo calcular cuanto tiempo duro todo esto pero si puedo recordar como terminó: Jason partió una botella de vidrio en la cabeza de Billie que le causo un corte profundo en la cien. Enfurecido, Billie lo tumbó al piso y no dejaba de patearlo y maldecirlo. Supongo que al verlo sangrar de esa manera y al estar tan heridos y asustados, Jaron y Jason se alejaron aterrorizados. Billie yacía desmayado en el piso. No sé por qué razón me recline a su lado, acaricié su cabeza y lo besé dulcemente en sus labios y despertó al instante, pero no recordaba nada. Sólo recordaba la pelea y que se desmayó pero no recordaba nada después de eso. Mike estaba ayudando a John y no pudieron ver nada. La única testigo de todo esto era Kristen, que estuvo siempre a mi lado pero no dijo nada al respecto. Ayudamos a Billie a levantarse. Caminamos hasta la esquina y tomamos un taxi. Al ver que no entrábamos los cinco en uno nos dividimos en dos. Kristen acompañó a Nick y a Drake, del que por fin aprendí el nombre y yo subí en otro con Billie. Lo tomé por debajo de los brazos y lo ayudé a entrar al auto. Cuando el auto estaba en marcha Billie se recostó en mi hombro adormecido.

Capítulo 1: Road to acceptance

- ¿Maria Hugly? – Levanté la mirada y supe, como era de esperarse, que me llamaba a mí. La señora ocupante del puesto detrás del mostrador buscaba con ojos curiosos por encima del mismo a la poseedora del nombre que acababa de anunciar. Me levanté de mi asiento, guardé el libro que estaba leyendo mientras esperaba en la mochila y me dirigí hacia el descuidado mostrador negro – Sólo tienes que llenar este formulario, y en unos pocos minutos vendrá el director para mostrarte las instalaciones. Aquí está tu horario de clases y… - estaba concentrada buscando un papel que no lograba hallar hasta que lo hizo – tus horarios de gimnasia – con una sonrisa forzada me entrego el pilón de papeles que necesitaba.
- Gracias – contesté con amabilidad y los tomé. Me volví a sentar en el lugar que había ocupado antes y completé el formulario.
Estaba concentrada en la lectura del libro que tanto me apasionaba cuando sentí la presencia de alguien a mi lado.
- Romeo y Julieta ¿No? Un clásico, estupendo libro – el extraño que se presentó era un hombre vestido de traje de unos cuarenta y tantos años, cabello corto negro azabache como el matiz de sus ojos – Soy el director Robert Skinner – esbocé una sonrisa burlona al escuchar el apellido al tiempo que estrechaba la mano que me había extendido – Sí, Skinner como el director de Los Simpsons – rió amablemente - ¿Quieres que te enseñe la escuela?
- Claro – tomé mis cosas y seguí sus pasos.

El silencio entre sector y sector cada vez se hacía más incómodo a medida que caminábamos. Quería comenzar algún tipo de conversación, pero no estaba segura de que fuera apropiado.
- Asique… - comenzó cortando el hilo de mis pensamientos - ¿De qué trabajan tus padres?
- Mi padre falleció – mentira – y mi madre es… contadora – mentira de nuevo. El tema de mis padres era uno realmente delicado. Nunca conocí en realidad a mi padre, mi subconsciente había reemplazado su inexistencia por una supuesta muerte natural porque me aterraba la idea realista de que fuera algún fulano con el que mi madre se había acostado para conseguir algunos dólares. Ella era hija única, al igual que yo, sólo que ella no tiene relación alguna con sus padres debido a la vida descarrilada que decidió llevar. Ellos no lo toleran en absoluto y yo, sufro las consecuencias.
- Oh que bien, ¿y dónde has estudiado antes de venir a Estados Unidos? – Prosiguió
- En una escuela en argentina, bilingüe claro. Nos trasladamos mucho debido al trabajo de mi madre, es muy buena en él – Qué irónico pensé. Durante los últimos años estuvimos huyendo de las denuncias policiales que demandaban a su manager, un proxeneta. Ahora por fin, luego de cumplir mis quince años, estamos estableciendo vínculos en un lugar permanente.

Luego de unas semanas pude adaptarme al ritmo escolar aunque todavía no había hecho amigos. Nunca fui lo bastante sociable con lo que tampoco tenía muchos conocidos. Caminaba por el eterno pasillo que llevaba a las aulas en busca de la clase de matemática, levanté la vista un instante y algo captó mi atención. Un chico de ojos esmeralda y cabello negro pasaba a mi lado escoltado por otros dos chicos. Anonadada por su belleza choqué torpemente contra una gran masa que se encontraba delante de mí cayendo bruscamente al suelo. Era Jason, él estaba en la mayoría de mis clases junto a su inseparable aliado Jaron. Lo recordaba ya que desde el día en que pise el aula y escucharon mi nombre no paraban de molestarme todos los benditos días.
- Oh, mira a quien tenemos aquí. A la chica que es tan fea que hasta su propio apellido se lo dice – esbozó una sonrisa burlona.
- Feo se escribe sin H, idiota. Si fueras un poquito culto lo sabrías – me defendí
- Así que te atreves a desafiarnos, ¿eh? – Jaron se encontraba detrás de él con una sonrisa maléfica en el rostro – Te daremos algo para que te rías por mucho tiempo.

Me tomaron de las manos y de los pies. Forcejeé sin éxito hasta que me llevaron hasta el basurero que se encontraba al lado de la sala de música.
- ¿Últimas palabras?
- Idiotas – respondí
- ¡Incorrecto! – Respondieron al unísono y me arrojaron al basural – Cuida tus espaldas Fea, volveremos.

El basurero apestaba, lógico ¿no? Me saqué la suciedad de encima y cuando estaba dispuesta a salir de ese mugroso lugar aparecieron los chicos de tercer año que salían de la clase de música.
- ¿Crees que le gusto nuestras canciones a la señorita Puttrof para el musical? – Le preguntó un chico rubio al morocho que me había deslumbrado hacia unos cuantos minutos.
- Por supuesto, si somos geniales. A todo el curso le encantó; en especial a Jess, me lo dijo.
- “Oh, Jess ¿Quieres salir conmigo? Me gustas mucho y todas las canciones que escribo las hago pensando en ti” – respondió el rubio en tono burlón – Díselo ya de una vez hermano.
- No lo sé Nick, tengo miedo de que me rechace
- Oh, vamos Billie. Si eres más popular que Madonna – acotó un chico de pelo castaño y ojos miel que acababa de escuchar esto último y los tres rieron.
- Uh, no – interrumpió Billie decepcionado - Olvide mi carpeta. Enseguida los alcanzo.

Dio media vuelta y me encontró allí en el basurero inmóvil. Nick y el otro chico ya se habían alejado. Se acercó a mí con aire superior
- Lindo lugar para buscar comida
- Muy gracioso – Respondí con mala cara

Tomé los bordes del basurero para ayudarme a salir, hice fuerza pero caí de nuevo.
- Disculpa, no quise ofenderte, solo estaba bromeando – esbozó una sonrisa de disculpa - ¿Necesitas ayuda?
- No – respondí en seco. Tengo que admitirlo, el orgullo es mi compañero de vida. Odio que me ayuden, pienso que puedo arreglármelas sola siempre, pero a veces reconozco que necesito ayuda y este era uno de eso casos. Pero mi orgullo superó esta situación.
- ¿Segura?
- Si, gracias.

Volví a tomar un de los extremos del basurero, respire profundo y traté de salir con todas mis fuerzas. Estaba por salir, pero pisé una cáscara de banana, resbalé y caí de nuevo.
Billie me miro y rió simpáticamente.
- Esta bien, si la necesito – contesté resignada

Me ayudo a salir de allí y cuando mis pies tocaron el piso me quité los restos de comida.
- Gracias – mis mejillas tomaron un color rojizo intenso
- Oh, no es problema. Billie Joe– Se presentó y me extendió su mano derecha.
- María Hugly – estreche su mano.
- ¡Que apellido gracioso! – Respondió risas
- Si, ya me lo hicieron notar – contesté de mala gana
- ¿Y quién te hizo esta maldad?
- Jaron y Jason. Los odio, los odio de verdad.
- Somos dos. Se creen mucho y solo están en segundo año. Se aprovechan de los nuevos y de los más débiles, - se interrumpió para mirarme de reojo - sin ofender. Piensan que son mis amigos, pero no los soporto.
- Yo soy su blanco de burlas, créeme soy su única víctima. Nunca me dejaran en paz.
- Bueno en ese caso, si te molestan, avísame. Los pondré en su lugar y no te molestarán más. No se atreverían a enfrentarse a un chico de tercero.
- Gracias Sr. Ego – contesté sarcásticamente. Se encogió de hombros - No, mentira. Sólo estoy bromeando. Gracias, de verdad.

Levantó la cabeza de nuevo y me sonrió.
- Por cierto ¿De qué curso eres? Nunca te vi en los pasillos de la escuela ni en los recreos. Es decir, compartimos recreos y siempre veo a chicas de otros cursos merodeando por el patio. Conozco a casi todos del colegio, que extraño que a ti no.
- Es que soy nueva, estoy en segundo. Necesito ganarme una beca para la universidad, ya sabes, por el dinero.
- Así que, ¿Te gustan los libros? – Recogió los libros que había en el suelo y tomó el de tapa negra, el que leía por voluntad.
- Si, ese es mi favorito
- ¿Cómo se llama?
- Romeo y Julieta, un clásico. Es una edición muy vieja, era de mis abuelos.
- Ah – contestó desinteresado – Que no se caiga de nuevo, que posiblemente se acorte la historia. Pero en tal caso, ya sabes, la puedes buscar en Google. Él todo lo sabe.
Ambos reímos mirando el piso hasta que sonó la campana.
- Diablos, llego tarde a clases – interrumpió – Mejor me voy.
- Adiós, gracias por la ayuda.
- Por nada. Oye – me grito mientras corría alejándose – Mañana daremos un concierto en el teatro de la escuela a las 8 ¿Vienes?
- Puede ser, creo que iré – Grité
- Lo tomo como un sí ¡Adiós!

Mis ojos contemplaron la escena, atónitos. El chico que ahora ocupaba mis pensamientos era más perfecto de lo que pensaba o al menos, eso creía.

Prefacio

Serían alrededor de la 1 de la madrugada de una inquietante noche sin estrellas. Mi vida era una completa mierda. Diambulaba por el medio de la avenida con la mirada perdida y sin rumbo alguno; llevando a cuestas el sufrimiento y la angustia que me abrumaba cada maldito día de mi condenada existencia. Movía la muñeca bacilante trazando circulos aéreos con la botella de cerveza en mano, alucinando con pasos errados, pude distinguir una luz a lo lejos, aproximándose rápidamente como dos estrellas fugaces.
- Perfecto. Un problema menos – tomé la llave minúscula que ocupaba mi bolsillo y me despedí de ella arrojándola a la nada - adiós hotel dos estrellas – apludí entretenida - Bien, ahora tendré que ocuparme de las vacantes para conseguir un lugar en el infierno – irónicé
Lentamente me fui arrastrando hacia la luz. La luz segaba mis ojos, y no dejaba ver a mi presunto asesino salvador, solo pude divisar un flamante porche negra que estaba casi encima de mí. Pronto, mis únicos recuerdos felices pasaron por mi mente como una película, de un pésimo director. No sentía ningún dolor, ni siquiera los efectos del alcohol. Mi mente estaba totalmente en blanco. Estaba atisbando mi deseada liberación, algo me detuvo. No, no había muerto; todavía no había llegado mi hora.