- Mary ¿Puedo quedarme en tu casa? Mi madre me matará si me ve así.
- No hay problema, descansa.
Cuando llegamos ya eran las 12 de la noche, mi madre no estaba en casa. Pagué el taxi y entramos. Coloqué su brazo detrás de mi cabeza y subimos las escaleras hasta mi habitación.
-Billie despierta – Le susurré al oído
Lo conduje hasta el baño e hice que se sentara en la tapa del inodoro. Tome un poco de algodón y agua oxigenada. Mojé el algodón con el líquido y lo coloque suavemente en la herida.
- Ouch! – Se quejo Billie
- Vamos, no te quejes. Los héroes no se quejan.
- Si, claro ¿El héroe de quien?
- Mío por supuesto, y de nadie más.
Termine de curar la herida y le puse una pequeña gasa.
- ¿Podrías quitarme la remera? Con el movimiento roza las heridas y me arde. Además me incomoda para dormir – balbuceo Billie.
Le quite la remera y lo recosté en mi cama. Se veía tan lindo durmiendo. Me recosté en el sillón y al instante Billie se despertó y me miró fijamente con sus hermosos ojos verdes entreabiertos.
-¿No pensarás acostarte en ese incomodo sillón, no? Ven hay espacio para los dos.
-Aquí estoy bien, gracias
-Vamos Mary, no va a pasar nada. Solo vamos a dormir, no quiero que duermas incómoda después de lo agitada que fue la noche, de lo que hiciste por mi.
-Mmm… - Vacile un instante en el sillón con la vista fija en el techo. Un instante después, el ronquido de Billie interrumpió el silencio. Me recosté a su lado, era imposible resistirme a la oferta. Al principio, me mantuve distante como espectador. Luego la curiosidad fue más fuerte que yo, y comencé a recorrer su abdomen con el dedo índice, evaluando cada ínfima parte de él: cada curva, cada relieve, cada cicatriz. Su pelo oscuro estaba revuelto sobre la almohada, dejando al descubierto sus facciones perfectas. Dibujé con la yema del dedo el contorno de sus exquisitos labios. Poco a poco mis ojos fueron cerrándose y me acurruque sobre el. Pronto quede totalmente sumergida en sueños.
A la mañana siguiente era sábado. Abrí los ojos desconcertada, me sobresalté al ver como Billie clavaba su mirada con sus enormes ojos inocentes firmemente en los míos.
-Buenos días - me dijo y me besó. Eso me inquietó aún más.
-Wow wow, espera un segundo
-¿Te molesta? – se sonrojo
-Demasiado rápido – Me lavanté alterada de la cama, tomé su remera del suelo y se la arrojé a la cama.
-Perdón, de verdad, pensé que querías lo mismo que yo
-Pensaste mal
-Oh vamos no te vas a enojar – su expresión juguetona se transformo en afligida mientras se ponía la remera. Suspiré, y me senté frente a él en el borde de la cama.
-No estoy enfurecida, es sólo que es muy pronto todavía. Quiero que esto sea verdadero y para eso quiero conocerte aún más. Es cuestión de tiempo nada más.
-Esta bien, lo siento
-No hay problema – respondí y lo besé en la mejilla – Por ahora tendrás que conformar con eso – reí
-Me conformo con eso – respondió riendo
Bajamos las escaleras y antes de llegar al último escalón le pedí a Billie que me esperara. Revisé el living y no había nadie; pero para mi desconcierto cuando entre a la cocina mi madre estaba frente a la heladera.
- ¿Madre? – Pregunte dubitativa
- ¿Y quién diablos piensas que podría ser?
Estaba alcoholizada para variar, al día siguiente no recordaría nada, volví a las escaleras y Billie no estaba. Exasperada, comencé a buscarlo por todos lados hasta que lo encontré el living observando fotos.
- Eras tierna cuando eras pequeña – Dijo al verme entrar
- Si, supongo ¿vamos?
– Más que ahora seguro – Susurró.
- ¿Qué?
- Nada nada, quiero ver mas fotos – pidió haciendo puchero.
- Oh vamos Billie, otro día te las muestro.
- Ufa
- Así tengo la certeza de que otro día volverás.
- Bueno, en ese caso esta bien.
Lo acompañe hasta la puerta. En el trayecto nos topamos con mi madre que miró a Billie extrañada.
- Mucho gusto – dijo Billie y le extendió la mano.
Lo tome de la mano y lo conduje hasta la puerta sin omitir ninguna palabra.
- ¿Por qué me alejas de tu madre? – preguntó cuando llegamos a la puerta.
- Me da vergüenza ajena.
- Claro, sí, no puede ser tan trágico.
- Créeme, si lo es. Otro día, te contaré con más tiempo, y entenderás por que.
- Bueno, mejor me voy pero llámame y hablamos.
- Sí obvio! Claro tengo agendado tu número hace años pero nunca te llamé porque no tenía ganas. – Contesté sarcásticamente, Billie rió.
- ¿Tenes el celular acá?
- Si
- 12 – 4793 - 2531
- Listo, nos vemos el lunes.
- Todavía no me fui y ya te extraño.
- Sí, el agua oxigenada y el algodón también. – reí y lo abracé muy fuerte. Tomé su cara entre mis manos y lo besé en la mejilla – te quiero Billie, de verdad.
- Yo también, adiós.
Entre a la casa, me apoyé de espaldas sobre la puerta de entrada con las llaves en una mano y suspiré. Mi madre me estaba mirando fijamente.
-¿Quien era el chico? ¿De donde es? ¿Que hacías besándolo? – gritó mientras me sacudia con sus manos en mis hombros.
Quite sus manos y conteste:
-¿Y a ti que carajo te importa? Nunca te importo mi puta vida, siempre estas ebria o drogada, ¿ no te parece un poquito tarde para que te vengas a preocupar por mi, Jane?
-¿Cómo me vas a contestar así? insolente – su mano se aproximó y acerto una cachetada en mi cara.
Toqué silenciosamente donde fue el golpe con la mano derecha.
-Perra – susurré e instantáneamente corrí a mi habitación.
Supuse que escucho porque comenzó a gritar pero no estaba prestando atención a lo que decía. Me refugié en mi habitación y me recosté en mi cama que aún tenia olor a Billie. Me quede profundamente dormida sumergida en su aroma.
Desperté sobresaltada, el sueño de la noche anterior todavía seguía vívido en mi mente y me atemorizaba aún más. Ya era domingo, había desperdiciado todo un día. Tomé el celular para ver la hora y tenía 10 llamados perdidas de Billie. ¿Cómo diablos consiguió mi celular? Pensé. Llamé y me atendió sobresaltado.
-Mary ¿Dónde diablos has estado? Te llamé todo el maldito día, me tenías preocupado.
-Perdón, estuve en casa todo el día. ¿Cómo conseguiste mi número?
-Ah, se lo pedí a Kristen. ¿Por qué te quedaste en tu casa?
-Tuve una discusión con mi madre.
- ¿Te encuentras bien?
-Si, creo. pero muero de ganas de verte.
-Ya mismo te paso a buscar
-¡NO! – respondí alterada – Mejor nos encontramos en media hora en la plaza que esta en la esquina del colegio.
-Bueno, te veo en un rato.
-Adiós.
Colgué el teléfono y fui a cambiarme.
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