Capítulo 5: Boulevard Of Broken Dreams

Al día siguiente cuando llegue a la escuela todo parecía estar bien. A la hora del recreo bajé al patio para ver a Billie. Me quedé boquiabierta al verlo besando a Madeline. Por un instante permanecí inmóvil con la vista clavada en aquella horrible escena. Billie se separó de ella y giró la cabeza hacia donde me encontraba. Todo se detuvo, su mirada fija y vacía ahora me contemplaba.Di media vuelta y me encaminé al aula con las lágrimas rodando por mis mejillas. En el trayecto miles de sentimientos me posesionaron; odio, desprecio, envidia, tristeza, miserabilidad. Madeline era todo lo opuesto a mí: 15 años, rubia de ojos celestes, flaca, alta, adinerada, popular, hueca, engreída y caprichosa. Yo, en cambio, respondo al prototipo de morocha de ojos verdes, flaca, inteligente, mediana altura, clase media e impopular catorce añera. Estaba por subir las escaleras cuando alguien me tomó la mano y tiró de ella para darme la vuelta. Allí estaba Billie, parado con cara de resignación. Sequé las lágrimas de mis ojos tratando de mantener la compostura.
- ¿Si, Billie? – Pregunte lo más calmada que pude - ¿Te olvidaste algo?
- Eh, creo que te debo una disculpa
- ¿Ah si? ¿Y por qué?
- Por lo que acaba de pasar, es que… volví con Madeline
- Ah, felicitaciones – le palmeé la espalda - ¿Y por que las disculpas?
- Mary, se lo incomodo que debe ser para ti, pero solo se dio...
- Billie ¿De que estas hablando? Si después de todo tu y yo no somos nada ¿no?
- Claro – respondió desconcertado – Bueno, supongo que nos vemos entonces
- Adiós – concluí y subí las escaleras sin mirar atrás pero me detuve en la esquina al escuchar a John discutiendo con Billie.
- Billie ¿Por qué te preocupas tanto por una estupida? Todo esta marchando perfecto con Madeline, si lo echas a perder, les contaré a todos que te vi besando a Maria en la plaza ayer por la tarde – John sonaba seguro de sus palabras
- Vete al diablo John – Contestó Billie enfurecido
- Vamos Billie no te enojes. Sabes que lo hago por tu bien, estoy cuidando tu reputación. Es un Don Nadie.
- No me interesa Madeline, pienso que es una idiota. Antes no sabía nada de ella, sólo hablaba unas pocas palabras; ahora que la conozco mejor, sólo me habla de ropa, de su perro y de ella. – Se detuvo por un instante – Solo estoy con ella porque es linda.
- Billie, piensa que si estas con ella serás aun mas popular; en cambio, si estas con Maria tu popularidad correrá un gran peligro.
- ¿Mi popularidad o la tuya? – respondió cortante y suspiro – No lo se, supongo que seguiré con ella, de todos modos a Mary no le interesa. Llegué al aula con los ojos inundados en lágrimas, tratando de ocultar mi rostro tras un par de manos temblantes. Kristen al reconocerme, corrió hacia mí y me abrazo con todas sus fuerzas.
- Mary no llores, dime ¿Qué pasa? ¿Por qué lloras?
- Es que… es que – el llanto entrecortaba mis palabras – Lo vi a billie besando a Madeline, sé que no es nada mio pero creí que…
- Es un idiota, no vale la pena llorar por él. No te merece. Él es el que sale perdiendo, porque se pierde de alguien que de verdad lo quiere, y dudo que Madeline lo quiera de la misma manera que vos.
- Ya lo sé, pero es difícil. Necesito despejarme, mejor me voy.
- Pero Mary, recién son las doce, falta una hora para irnos.
- No importa, no soporto más estar en este conventillo de ratas. Sin ofender, me voy. Gracias – La abracé fuertemente, tomé mi mochila y dejé el aula mientras el profesor entraba en ella. En el camino a la puerta de salida me crucé con el director.
- ¿Usted no tiene que estar en clase, señorita Hugly? – Dijo esbozando su sonrisa más falsa.
- Si, debería.
- Entonces, ¿Qué esta esperando para ir?
- Un milagro – contesté irónicamente y dejé el edificio.

Cuando entré a mi casa, subí los escalones a mi habitación y tras cruzar el umbral de la puerta me tiré en la cama con los ojos inundados, cual titanic, en agua salada. Mi vida había dado un vuelco repentino, como si estuviera manejando felizmente, por fin para mi alivio, por el buen camino de la vida y ahí a lo lejos, vislumbras una sombra negra que se acerca de a poco hasta que ese camión se interpone en tu ruta y es inevitable pegar el volantazo (por terror a pegártela aún más fuerte) y poder llegar entero al mano a mano con la vida. Dicen que en esa fracción de segundo previo al colapso es cuando tu vida se refleja en unos pocos buenos recuerdos. Pero ¿Cuáles podrían ser, en medio de esta miseria? Mi madre es una prostituta que me odia, nunca conocí a mi padre, mi único amor me cambió por una Barbie de supermercado, soy el centro de las bromas. A esta altura, mi mente era un crucigrama imposible de descifrar. Subí al tercer piso de mi casa y luego al techo del mismo para meditar la situación, era mi lugar para respirar, para dejarme llevar y por fin ser yo misma. Cuando me detuve en uno de los bordes del tejado profundamente sumergida en mis pensamientos, las tejas debajo de mis pies comenzaron a resquebrajarse. Temiendo por mi vida, caí de espaldas en el tejado aferrándome al mismo inútilmente; mis pies comenzaron a deslizarse hacia abajo lentamente.
- ¡Mary! – Gritó Kristen con todas sus fuerzas – Baja ya de ahí
- Kristen ayudame por favor. Mi vida es una basura y no quiero vivirla para ver como empeora.
- Eres una egoísta ¿Sabes?
- Me parece que no ahora no es el momento para psicoanalizarme. ¿Crees que a Billie le importa que deje de existir? Él esta feliz con su noviecita nueva.
- Pero a ti no te importan los demás. Todo es Billie Joe, y yo… ¿Qué soy para ti? ¿Nada?
- Vos – Me quedé sin palabras. Ella también se preocupaba por mí – Vos sos mi única mejor amiga.
- Entonces si de verdad te importo, baja ya del maldito tejado.

Tenía toda la razón, casi siempre la tiene. ¿Qué mierda me importaba Billie? Si la tengo a ella, que sé que nunca me va a fallar. Puedo contar con ella cuando lo necesite, y siempre me va a aconsejar con mis problemas. Planeé cuidadosamente mi caída, debía darme vuelta y deslizarme lentamente por el tejado hasta llegar al extremo y así aterrizar sobre la baranda del balcón de mi cuarto. Todo parecía ir bien hasta que pisé en falso la baranda blanca y caí al suelo. Mi cabeza daba vueltas, y allí a lo lejos veía mi salida celestial.

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