- Mary ¿Te encuentras bien? – Oí casi entre sueños.
En un desesperado intento de contestar, balbuceé una montaña de palabras inentendibles. Mi visión estaba totalmente nublada: las cuatro paredes indiscutiblemente blancas de la habitación y una bolsa con suero (intuí) que colgaba sobre mi lado izquierdo indicaban que estaba en un hospital. El efecto de los calmantes aún continuaba. Una figura borrosa pero esbelta de cabello negro, la que no pude reconocer, estaba esperando una respuesta al lado de mi camilla.
- Disculpe señor. Tendrá que esperar afuera por un par de horas más. La señorita aún está bajo el efecto de la morfina.
Luego de esto, ambas siluetas se fueron de la habitación dejándome en aquel cuarto completamente sola. Entrecerré los ojos una vez más y dejé que mi mente vagara en los más recientes recuerdos.
Al despertar, me sentía mejor y fui capaz de articular palabras coherentes para saludar a Kristen que había venido a visitarme.
- ¿Cómo te sientes? – Fue lo primero que preguntó, obviamente.
- Extrañamente, me siento muy bien. Debe ser la droga que me están dando –reí
- ¿Sabes?, Billie estuvo aquí. Apenas supo que te caíste, vino corriendo al hospital, y entró aquí por la fuerza.
- ¿Qué tan alto caí?
- Algo así como unos 20 metros. O por lo menos, eso dijeron los médicos. Dicen que es un alivio que no hubiera más complicaciones.
- ¿Complicaciones cómo?
- Temían que pudieras perder la memoria.
- Eso es absurdo, ¡Estoy de lo más bien! – Traté de incorporarme para demostrarlo pero una punzada rotunda sacudió mi cabeza desestabilizándome de inmediato.
- Sí, lo veo – contestó irónicamente – Vamos, es mejor que descanses. Así en unos días estarás devuelta en casa.
- Pero…! – comencé a quejarme
- ¡Sh! Callate un segundo. Parece que tu amado está afuera, esperando que me vaya para entrar. Sabe muy bien que si lo veo, ¡lo mato!
- Quiero verlo - exigí
- ¿Después de lo que hizo? ¿Estás segura?
- Sí, lo último que voy a hacer es darle una segunda oportunidad – Kristen me miró incrédula – Bueno, va a tener que trabajar duro para tenerla.
- Entonces es mejor que me vaya. Cuidate – Me dio un beso en la frente y dejo el cuarto.
Pasaron unos cuantos minutos hasta que Billie se dignó a pasar el umbral de la puerta del cuarto. Caminó lentamente hacia la cama con la cabeza gacha y los ojos llenos de perdón.
- Ah bueno, la última persona que esperaba ver – dije
- Mary, lo siento tanto – suspiró – No sabes el alivio que me da verte bien.
- Ya me viste entonces, ¿Tenés algo más que decir? Porque si no, no entiendo por qué estas acá.
- Entiendo que estés enojada, yo también lo estaría; pero la verdad es que no podía imaginarme un mundo donde no estés. Suena estúpido, lo sé, apenas nos conocemos. Pero desde el momento que te vi, no puedo pensar en nada más que verte de nuevo y cuando supe lo del accidente, y la posibilidad de no verte más, mi mundo empezó a derrumbarse a pedazos. Quizás es un poco apresurado para decirlo, pero…
- ¿Qué?
- Creo que estoy enamorado de vos.
- Ah listo, lo que me faltaba – ironicé – La que se supone que esté delirando soy yo, no vos.
- Escuchame – se arrodilló a la altura de mi cama – es lo que siento, es la verdad. No sé otro modo de decirlo.
- No seas insensato. ¿Cómo es ese dicho? ¿”Uno no sabe lo que tiene, hasta que lo pierde”?
- Sí, entonces?
- Entonces creo que estas pasando por una especie de crisis como esas de desesperación. Es mejor que te vayas ahora Billie. Si llegara a ser verdad todo esto, aun tengo cosas que pensar. Esto paso demasiado rápido, tendré que recuperarme por un tiempo, ordenar mis ideas y en cuanto a nosotros… sinceramente no sé cuánto de “nosotros” queda aún.
- ¿Eso es lo que quieres? ¿Qué me vaya para siempre?
- Billie, no seas dramático. Solo necesito un tiempo, para mí. Tenes que entender.
- Está bien. No tengo nada más que hacer, me voy.
Se levantó y giró sobre sus pies en dirección a la puerta. Lo tomé del brazo para detenerlo un instante, y lo acerqué a mí para darle un beso en la mejilla, de esos que humillan a la soledad.
Los días en el hospital cada vez pasaban más rápido. Kristen pasaba todos los días por mi habitación para ver como estaba y mamá de vez en cuando también, pero Billie no apareció. En cada visita traía chismes de la escuela, cosas “interesantes” que me había perdido: Billie no estaba más con Madeline, en cambio se había involucrado en el comercio de la droga que lo bautizó “Two dólar Bill” por ver porros a 2 dólares. John había cambiado a Billie y a Mike por una beca en otro lugar dejándolos solos y sin baterista. El segundo trimestre de clases se acercaba, la histeria del baile de primavera y los rumores de que dos nuevos chicos entrarían al colegio eran tan grande que ya habían afectado a Kristen. Estaba tan excitada por la primicia que no paraba de idealizar cómo y de lo genial que sería conocerlos. A decir verdad, a mí también me intrigaba la idea de conocerlos.
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